Una taza de té, un saumerio y una sala. 

La mirada cómplice que escogía momentos. Fue un baile hacia las profundidades de mi propio cuerpo. La oscuridad se hizo latente y las palpitaciones ascendieron en la intimidad. Los movimientos eran reflejos volviéndose como un baile de ritual. Movimientos que transformaban el presente. 

 

  Suavidad, sombras y hojas.  Signos fijados por la oscuridad. Visualizamos caminos de piedras. Y cuando todo estuvo sereno propiciamos la llegada de lo sobrenatural.  Ella bailó sobre el terciopelo pintado. Formas del desierto. Fantásticas visiones. 

 

  Captamos gestos invisibles. Percepción duradera. Del mar no se conoce su profundidad. Veo refugios y asilos de aves. Un sentimiento vago de esperanza. En el fondo hay diamantes. Cautiva sola. Rústicas especies aprecian del vacío maravillas. 

 

  Una energía feroz se apoderó del lugar. Ya éramos uno solo brotando. Llegar a levitar y descender poco a poco. Restos de un mundo excavado. Las partículas siguen flotando. 

  La aurora etérea, calma. Sin esperar y sin temer, muta indiferente. Camina sobre una tersa alfombra de hierba. En el fondo se ven grietas minerales, caracoles antiguos y algas diminutas.

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Natalia Zambaglioni - M. Sarah Del Piano